La
flor de mil colores, tiende debajo de un cielo azul, brillando en solitario
sobre un manto de estepa, todo a su alrededor parece pobre, sola está la flor
de mil colores. El calor del verano la hace brillar, como ninguna flor ha
brillado nunca, el viento sopla con fuerza, la lluvia cae sobre sus pétalos, pero
nada le daña, nada destiñe, ni un solo color, de la flor de mil colores, pasan
los meses, el sol viaja por encima de ella trescientas sesenta y cinco veces,
la noche cubre su mundo, las estrellas inundan el cielo, pero palidecen, tan
solo desean, ser un color más de sus pétalos. Se cubre de nieve la estepa, pero
la flor de mil colores sigue resistente bajo el cielo, sin miedo al ardor del
hielo. Por casualidad, quizá de repente, como si de una ilusión se tratara, la
hiedra de su alrededor se fue tiñendo, tecla a tecla, verso a verso, pincelada
a pincelada, de dulces trazos verdes, cargados de vida y de frescor, la flor de
mil colores cambió la estepa por un vestido verde, sobrevenidos vinieron
después colores, como rayos de luz, inundaron su alrededor, llenando poco a
poco el paisaje de colores, florecieron a su alrededor, irradiando felicidad,
flores floreciendo, bonitas como la flor de mil colores, ya no era única, pero
era una composición increíblemente hermosa, de la que ella formaba parte,
florecieron así, mil flores, de mil colores a su alrededor.
La
calor de la primavera las hizo florecer, pero el exceso de calor las
desfloreció, como dos enamorados, demasiada pasión acabó por marchitarse, poco
a poco desapareciendo, dejando atrás únicamente su olor primaveral, su frescura
se cambió por calor sofocante, quizás fue solo una centella, primero una
pequeño fuego, que se hizo enorme, rojo y feroz, abrazó el oxigeno, hasta
volverse enano, tornarse una llama azul, que dejo tan solos, un hilo de humo,
una nada solitaria, un perfume disuelto en el aire, un recuerdo en una red
neuronal, un adiós encantado, felizmente conocidos, felizmente olvidados.